Tuesday, October 02, 2007

Placebo


Después de apoyarme sobre tu mejilla durante un rato, descubrí el silencio. Fue una linda tarde donde planeamos nuestra vida. En pocas horas dibujamos sobre una tela mi vida y la tuya, juntas para siempre. Dejé la ventana abierta para que la banda sonora de pajaritos nos alumbrara, ayudándonos a soñar. Quizás durante un rato dormimos, quizás fue sólo un pestañeo prolongado, quizás fue el silencio maravilloso que relativizaba la realidad, llevándonos a veces, a lo onírico. Creo que afuera, allá en el ruido, hacía frío, pero la frazada que nos cubría, y nuestro amor, sobre todo nuestro amor, nos abrigaba. Te dije que iba a llegar un momento, en el que estaríamos así, le dije yo, y ella me respondió que en un principio le costaba aceptar las cosas de la manera que se dieron, le costaba volver a creer en el amor y luchar por esto. Y se me vinieron a la cabeza esa serie de cosas, que me duelen, que me dan inseguridad y provocan incredulidad. Ese beso que la ví darse con mi hermano, las confesiones que me hacía antes de que supiera lo que yo sentía por ella y tantas otras que provocaron las heridas que creo, aún no cierran. Pero aquella tarde, las cerré por un momento. Así como existe una memoria a corto plazo, existe un olvido a corto plazo, que me permite soñar ahora. Le di un beso para cicatrizar. Le dije te amo, a modo de anestesia para el dolor del recuerdo. Siempre funciona, y esta vez también.

Monday, September 03, 2007

Soñar para volar


Tuve ilustres visitas desde la ciudad donde nunca sabe a sal. Se vinieron a empapar de mar, de bruma mañanera, cantos de gaviotas y vientos de septiembre del viejo puerto. Es necesario, de vez en cuando tomar un barco y huir, de donde sea, arrancar a algún lugar donde no exista el tiempo y los relojes ya no sirvan, dónde sólo sirva ver al sol hundiéndose en la cuna. ¿Las excusas?, esas se inventan, inventar no es difícil. Después de los saludos y todo lo demás, mi prima Vale-Vale, me pide que le cuente una de esas historias, que a veces me cree y otras no, pero que de todas formas le gustan mucho, mi prima aún cree en mentiras y también en verdades mentirosas, así que puedo echar a volar mi imaginación por un rato. Entonces le empecé a contar la procedencia de los hombres terrestres, y como nos habíamos asentado tan tristemente en este lugar. Todo esto ocurría en un décimo piso de algún edificio en un cerro porteño (podrán imaginarse el contexto del relato y la situación), mirando el mar y las casas coloridas como arena ante sus pies, mil piedras de colores. Le conté que hace mucho tiempo, tanto tiempo atrás, que ya muchos hombres han olvidado esta historia, y ya son pocos los que la cuentan (incluso muchos la saben, pero no se atreven a contarla), los habitantes de este mundo tenían bellas alas, incluso más bellas que muchos corazones. Los hombres podían volar por los cielos, y de hecho, vivir en ellos. Es así como muchos se iban por un tiempo más allá de las nubes, y luego volvían, estaban por ejemplo en la época de verano en la tierra y luego se iban, o elegían la estación de su gusto para pasarla acá, y después emigraban al cielo. La raza de los hombres era nómada por naturaleza. Pero había seres más radicales, a los que no les gustaba volver a la tierra, y se asentaron en los cielos para siempre. Este número empezó a aumentar, y cada vez eran más los que se quedaban allá arriba de manera permanente. Mientras esto pasaba, los demás hombres seguían en su ambivalencia residencial, cosa que molestaba en sobremanera a los habitantes aéreos. Así fue como se generaron un sinfín de discusiones y rencillas, hasta que llegó el día en que los habitantes permanentes de los cielos se atrincheraron allá arriba, y comenzaron a atacar a los visitantes que provenían de la tierra. Entonces comenzó una lluvia de hombres heridos, caían por todas partes, la gran mayoría murió al instante, sólo unos pocos sobrevivieron. Muchos perdieron sus alas, otros se resignaron y se olvidaron de volar. Las generaciones siguientes comenzaron a nacer sin alas, hasta nuestros días, hasta los días que vendrán. Pero esto no acaba acá. Los hombres de los cielos comenzaron a atormentar a los terrestres, y en algunas noches del año visitaban la faz de la tierra y lanzaban piedras a los techos, piedrasos que provocaban pesadillas horribles, y que siguen provocando. Acá es cuando mi prima ya no me estaba creyendo nada. Me dijo mentira!, y se reía burlándose de mi historia. Pero cuando menos te lo esperas, la vida te juega una buena pasada, o mejor dicho, la realidad le juega una buena pasada a la fantasía, a lo mágico, y yo con mi prima miramos hacia abajo, y mi prima se queda mirando una casa, específicamente el techo de una casa, y me dice, con una voz ingenua y sorprendida, piedras como esas? y con su dedo índice señala (más menos) en 320 grados, y yo siguiendo la dirección de su dedo digo . Entonces aquel techo tenía varias piedras apozadas sobre él, y ante aquel hecho que avalaba mi historia continué. Habíamos quedado en las pesadillas, en la capacidad de los hombres alados para bajar, lanzarnos piedras al techo de nuestras casas, atormentarnos, y todo esto, sin que pudiéramos hacer nada, sin la capacidad de escucharlos, por lo menos con los oídos comunes y vulgares. Pero había una forma, de recuperar las alas, y volver a visitar el cielo, pasando desapercibidos. Cuando los seres aéreos venían, después de aventar piedras, comienzan a fanfarronear sobre sus cualidades, y una de las cosas que comentaban era la forma en que los hombres terrestres podían recuperar la capacidad de volar. Esto sólo lo escucha nuestro inconsciente en los sueños, por lo que casi nadie lo escucha. Casi nadie. Entonces aún quedan esperanzas, ya varios han logrado despegar del suelo, han burlado a los alados y los han visitado por las noches. Han escuchado en sus sueños que las alas se esconden en nuestras mentes y corazones, pero no nos damos cuenta. Han oído que sólo nos olvidamos de volar, pero que nunca perdimos las alas. Han oído que somos unos tontos. Y unos ciegos. Y la Vale-Vale me miró extrañada, volvió a mirar la casa apiedrada y se fue. No sé que habrá soñado esa noche, yo soñé que volaba, y aún no dormía.

Tuesday, July 03, 2007

invitation to imagination




Hay cosas que se llaman de cierta manera. No se si se llaman o las llamamos, creo que la segunda esta mejor dicha. Nuestra arbitrariedad nos lleva a absolutizar todo a nuestro alrededor, cosa que mengua nuestro vocabulario, y luego nos quejamos porque no sabemos hablar, porque se pierden palabras usadas antaño (con nostalgia política-patética incluida) o porque nuestra juventud obtiene bajos puntajes en comprensión de lectura y no sabe escribir una frase medianamente coherente e imaginativa. Y todo eso porque nos enseñan que algo tiene un nombre específico y rígido, rotulan un objeto como quien pone una etiqueta perenne inmodificable, transforman cosas intangibles en una especie de frasco que en su interior tiene una sustancia extraña, sustancia llena de simbolismos y significados enrevesados, sustancia que a veces son sentimientos, expresiones, aromas, sabores, formas, etc. Pero para eso no necesitamos la razón, con nuestros sentidos nos basta, y entonces caen las etiquetas y se despegan como con agua caliente, y es entonces cuando a las cosas las llamamos. Un claro ejemplo de lo anterior, y para mostrar no sólo mi molestia, sino también la de muchos, es lo que me ocurrió un día conversando con una puerta, específicamente la de mi baño. Se sentía dolida por el trato que se le ha dado durante su triste existencia.
-De frentón te digo- me decía ella- que no me gusta mi nombre, porque la gente generalmente lo asocia a privación de algo, a cerraduras y coartaciones de libertad. Los niños me dibujan siempre cerrada en sus casitas de colores. Yo me siento YO cuando estoy abierta, y ahí no se si llamarme puerta o de otra forma, puedo moverme a piacere, a mis anchas sin que nadie me moleste y puedo flirtear tranquilamente con el viento y el roce de la gente.
Entonces entendí a mi querida amiga y le dije que trataría de mantenerla abierta la mayor parte del tiempo, porque a veces el “olor” (y no el amor) es más fuerte, y entonces debía velar por el bienestar familiar y volver a llamarla “puerta”. Luego de aquel coloquio, y antes de otra recriminación parecida, abrí la ventana del living y le dije “ahí estas a tus anchas arquilosa”, nombre que al parecer le agradó porque empezó a crujir y moverse toda cocoroca. Por eso amigos les invito a quitar rótulos, a usar los sentidos más que el intelecto y la razón, simplemente los invito a imaginar.

Sunday, June 17, 2007

Días de Locomotora


Íbamos apurados, y pasó eso que nunca te imaginas, esas cosas que ocurren solo cuando andas apremiado. El metro estaba cerrado. Imagínense, cuando han visto una estación de metro un día sábado, cerrada a las 2 de la tarde, en una ciudad capital y metrodependiente como santiago, es totalmente irrisorio, claro para mi no lo fue, iba apurado. Desconcertado con mi primo, y bastante descolocados por la situación casi surrealista en la que nos encontrábamos, comenzamos a buscar soluciones. Transantiago fue una de las primeras que descartamos. Caminar hasta Plaza de Armas era la mas sensata, hasta antes de concretarla. Llegamos y nos dejamos llevar por la sensatez, era casi nuestra única opción (transantiago no existía). Allí, mientras revisaba si quedaba saldo en mi tarjeta Bip!, comenzaba a hacerse una cola tras de mi, y caras mirando me decían “voy apurado”, como la cara que puse cuando vi la estación Cal y Canto cerrada. Así que, luego de comprobar que mi tarjeta estaba escuálida, me fui a comprar mi boleto. Uff, que fila, y estaba apurado. Con mi ticket en mano traspaso la frontera. Y comienza la gente a “llevarte” a los vagones. Llevarte literalmente, en contra de tu voluntad. A esa altura, mi voluntad ya pasaba a segundo plano. Y luego comienzas a depender del azar, apuestas todas tus fichas a un número específico de la ruleta, y esperas a ver que sale, es el todo o nada, o te quedas abajo o sigues adelante, con mi primo elegimos, levantamos la mirada y delante de nosotros un caballero con una especie de silla metálica. Nos miramos y dijimos, “con este ahí delante, no entramos”. Luego una señora, pasada en tragos y de buen humor, nos pregunta la hora, y desde su punto de vista era temprano (y nosotros íbamos apurados). Entonces comienza a girar la ruleta, el metro pasa y pasa y rogábamos porque la puerta cayera frente a nosotros, de a poco se detiene…estábamos de suerte, bajo mucha gente así que había espacio de sobra, y el caballero con su silla nos fue abriendo el paso. Lo más divertido y raro no es que el caballero fuera con su silla, sino que no se sentara en ella al momento de entrar al metro, la gente lo miraba y le decía “pero siéntese”. Mi primo bajó a lo Michael Jackson del metro, para hacer la combinación siguiente, salimos ilesos, aunque en un momento temimos por nuestra integridad. Llegando a la otra línea, el metro venía llegando, apuramos el paso y delante de nosotros habían tres jóvenes uniformados, las puertas se abren y empezamos a entrar casi por inercia, los tres jóvenes hacían lo posible por entrar al igual que nosotros, mientras yo me ayudaba con el bolso para hacerme camino, cuando las puertas se empiezan a cerrar, miro hacia fuera y uno de los futuros militares estaba del otro lado del vidrio, los compañeros lo miran desde adentro, uno se levanta la gorra levemente en son de despido, y el otro le dice: “hemos tenido una baja”.
Quedaba poco, un par de estaciones y listo. Ya a esa altura no iba apurado. Bajamos normalmente, caminamos viendo todo tipo de regalos alusivos al día del papá, pasamos por todo ese templo del consumismo, viendo como la gente dedica su día libre a comprar, ni quedarse en casa ni ir a la plaza ni compartir en familia, salir y comprar, ocupar los plásticos, que para eso están. La micro para Peñaflor estaba casi llena, quedaba un asiento, mas bien dos, mas bien uno, hasta que el chofer dice: “señor, tome en brazos al niño”, entonces el señor se para, se dirige al chofer y le paga el pasaje al niño. Quedaba un asiento. Me comenzaba a bajar el apuro nuevamente. Bajamos, casi resignados a tener que esperar la otra micro. Pero ya habíamos pasado tantas cosas en tan poco tiempo, que una más daba igual, y decidimos pedirle al chofer que nos llevara por monedas y nos íbamos parados, a lo que el chofer cedió gustosamente, era negocio redondo. Subimos dispuestos a irnos parados por esa media hora, desde mi punto de vista, faltaba poco para llegar. Íbamos apurados.

Monday, May 28, 2007

No fue de mí



Hace un tiempo atrás, publiqué un tema en el foro del cantautor español Ismael Serrano, que tenía que ver con lo ladrón que era, con la cantidad de veces que se nos ha adelantado, ha descrito situaciones de nuestra propia vida, se ha aprovechado de nuestra falta de sensibilidad y capacidad de expresar las cosas con palabras, ha puesto acordes a nuestras tristezas y soledades, le ha puesto voz a nuestra conciencia e inconciencia. Desde aquel momento muchos se comenzaron a manifestar, a considerarlo un ladrón al igual que yo, pero agradecidos, comenzamos a declarar lo mucho que nos llega su música, lo que nos identifica y la manera en que sabe describir ciertos momentos por los que pasamos, y que a veces ni nos percatamos de su trascendencia, pero con el tiempo toman peso y logramos expresarlo, pero Ismael ya se nos había adelantado. Y ahí encontramos su música, alguna canción que en tiempo pasado no habíamos tomado en cuenta, habíamos pasado de largo en el Winamp, ahora cobra sentido, se hace notar, y decimos “¿y esta dónde estaba?”, y es que siempre estuvo allí, lo que pasa es que uno no estaba ahí, algo cambió, ya no eres el mismo, algo pasó y te sensibilizó a aquella melodía, a aquellas letras que Serrano te robó antes siquiera que hubieses pensado en ellas, y entonces no es que sea un ladrón, o si lo es, es un ladrón con una bola de cristal, o algo así. Es lo que me pasó hace un tiempo, era la última canción del disco La memoria de los peces, la que siempre me saltaba, de hecho nunca me había percatado de su existencia, y cuando escuche su nombre creí que era de esas canciones inéditas que quedan fuera de los discos. Pero no, ahí estaba hace tiempo, esperando a que llegara el momento para hacerse oír. Creo que no es necesario describir lo que pasó, al momento de oírla me sentí ultrajado, no alcancé a vivir todo lo que menciona esta canción, pero sí se me pasó por la cabeza cada una de estas situaciones, creo que lo vivido queda más que claro en sus letras, en el canto de esa guitarra y la voz de Serrano, que cada vez que suena, me traslada a aquel momento, y me recuerda no cometer los mismos errores.


Qué va a ser de mí

Qué va a ser de mí, volveré a mentir de nuevo.
Llenaré mi cama de fantasmas, de muertos.
Contaré los días, las calles que nos separan.
Las tardes de domingo esperaré tu llamada.

Maldeciré a las parejas que, abrazadas,
sueñan con habitaciones de hotel desocupadas.
Y odiaré con calma tu risa,
todas mis palabras, nuestra despedida.

Qué va a ser de mí, les diré barbaridades
a las mujeres hermosas que pasen por mi calle.
Sin que me invites, me colaré en tus fiestas.
Cuando venga tu recuerdo, reiré con violencia.

Iré a buscarte a los sitios acordados
aunque tú no vengas, aunque me hayas olvidado.
Te escribiré los versos que nunca te hice,
seré puntual como siempre quisiste.

Qué va a ser de mí, emprenderé un largo viaje
para que el eco de tus noches nunca me alcance.
Qué va a ser de mí, dudo que en ningún bar
me puedan servir todo el alcohol que necesito para olvidar.

Iré a buscarte a los sitios acordados
aunque tú no vengas, aunque me hayas olvidado.
Te escribiré las cartas que nunca te hice,
seré puntual como siempre quisiste.

Monday, April 23, 2007

Descubriendo soles


Era un verano como tantos, de esos de nuestra adolescencia, de esos que no olvidas. Ese que quieres que se repita y sobrepasa tus expectativas, las expectativas de alguien de 16 años, que aún piensa como niño.
Llegas a ese lugar, sientes el mismo olor de antes, las camas, las mesas, las sillas y hasta las piezas están iguales, es como un dejá vu un sueño que ya viviste el año anterior. De hecho lo es, empezaste bien por lo menos.
Salgo a la calle a sentir el aire, ya es distinto, ya no esta esa nube gris que abochorna los días santiaguinos, ni el ruido de las bocinas de esos tractores amarillos que acalla a los pajarillos de mi ñuñoa querido. Son tantas las diferencias que de entrada te sientes otro. Y comienzas a andar, y a ver gente, y a recordar, y ves gente, y ves a tus amigos, esos que viven en la misma ciudad, a pocas comunas de ti, pero que sólo ves en la época estival, esos que conjugas con el mar y la arena, con las noches tibias y las conversaciones largas, con el sol y la vagancia diaria. Quizás por eso no los llamas en el año, para evitar otras conjugaciones.
Y veo a Eduardo, ese adolescente precoz, ese niño que quise como mi hermano menor de verano, y nos vamos a caminar, nos dejamos llevar como un río hacia el mar, a tomarnos una bebida a la playa, una brisa marina de mediodía. Y andaba con su polera nueva, su familia era de plata, pero el Eduardo era sencillo, le había costado como dos lukas, y la había comprado él, así que eso lo hacía sentirse orgulloso. Conversamos del año en pocos minutos, y lo demás fueron palabras sobre música, bromas, expectativas veraniegas, y sobre mi prima, que la había echado tanto de menos durante el año, un año de echar de menos, “que masoca” le digo. Y de los recuerdos del año anterior, y del Felipe, ese joven precoz, y decidimos ir a ver si estaba en su casa veraniega, en una de esas, el destino nos vuelve a juntar este año. Tocamos la puerta y preguntamos por nuestro amigo, estaban sus papás así que supusimos que él estaba, esperamos un momento y apareció, el mismo pelo largo, el mismo tipo de jeans, la guitarra en el living de una casa de verano, y los Enanitos Verdes sonando en su equipo de música, el mismo niño de 24 años. Y lo mismo, el año en unos segundos, y lo demás música, y recuerdos, historias, expectativas y planes para este verano. Nos mostró una polera como la de Hanamishi, sí el de Slam Dunk, durante ese año le había tomado cariño y alucinaba con esa serie de basketball japonés. Entonces Eduardo también mostró su polera, se volvió a sentir orgulloso, y claro, la polera era bonita, y barata, y tenía un sol. Lo particular no es que tuviera un sol, sino donde tenía el sol. La polera tenía un bonito estampado en la parte frontal, pero mágicamente, como en el amanecer, aparecía desde el costado inferior izquierdo aquella estrella, con una cara sonriente, de jovialidad, de verano (acaso tiene otra cara el sol). Y nos pareció extraño, una figura en ese lugar salía de lo común. Entonces Felipe empezó a sospechar, intuía algo que debía comprobar, el precio de la polera, ese astro en una posición un tanto incómoda, y bueno, Eduardo en sí daba para sospechas. Y el Felipe le dijo “a ver, sácate esa polera”, la sospecha ya era casi una afirmación en la cabeza de Felipe, comenzaba a reírse. Eduardo se saca la polera, la dá vuelta, y dirige su mirada directamente al reverso de donde se encuentra el sol, y ahí estaba, la risa se empezó a oír, y me empezó a contagiar, porque era un hoyo, el sol tapaba un hoyo, claro el dicho dice que es imposible tapar el sol con un dedo, pero nadie dice que el sol no pueda tapar un dedo, o tapar el hoyo de una polera vendida en dos lukas al mejor postor. Nos largamos a reír por un buen rato, Eduardo se sintió estafado y yo también, pero daba lo mismo ese momento jamás se me olvidará, y lo recordaré porque fue el primer síntoma de unas vacaciones inolvidables, habían empezado bien, y eso me motivaba.
Ahora el Eduardo debe andar tapando soles con un dedo, y el Felipe, no sé, quizás con su guitarra acuesta por algún lado, o descubriendo más hoyos, pero en sus polera. Para los dos va esta historia!

Tuesday, April 10, 2007

Outro (personal)


Después de la experiencia, las conclusiones son varias. A veces se cree que el objetivo se cumple cuando se logra llegar a él, cuando se alcanza. Al momento de comenzar esta práctica tenía un objetivo claro, que era encontrar un enfoque determinado en mi advenediza carrera de ingeniero y tratar de plasmar en cierto grado, mi personalidad y mi manera de hacer las cosas en la vida, en mi actuar profesional.
Así como contra una pared, los días me iban acorralando, el tiempo pasaba y a veces me cuestionaba si el avance de ellos, iba paralelo y a la misma velocidad que el avance hacia el punto buscado, al objetivo fijado en un comienzo. La verdad es que mientras acaecía toda esta travesía personal, muchas cosas no eran dimensionadas, simplemente eran vividas con la mejor de las disposiciones, y siendo consciente de que al final, se debían hacer los análisis. Yo tenía ganas de aprender, de absorber experiencia, no conocimiento, eso se absorbe en un aula, se absorbió ya durante 5 años de estudios. Pero el pulso del día, el trato con clientes, el trabajo en equipo, el “feedback” laboral, son cosas que se adquieren de manera empírica. Una de las cosas que más valoro, fue haber aprendido a laborar en conjunto, el bogar por una causa en común junto a un grupo de trabajo, el saber que si a mi me va bien, al de al lado le va a ir bien, y viceversa. Cosas como estas no sólo fueron un aporte profesional, sino también personal, me ayudaron a sociabilizar y desenvolverme en esferas distintas a las que estaba acostumbrado y se valoran en sobremanera. Es por eso que ahora hago los análisis, y valoro el camino recorrido, el resultado planteado en un principio creo haberlo logrado, pero el hecho de haberme enriquecido durante este trayecto, y de haberlo aprovechado al máximo, me deja más conforme aún.